Todo empezó en un poblado ahora llamado Deir el-Medina en algún año entre 1184 y 1153 antes de Cristo, es decir, hace más de 3000 años. Aunque pequeña, esta localidad del oeste de Tebas tenía una importancia capital, como lo demuestra la peculiaridad de estar construida en piedra. Totalmente excavada, se ha encontrado una importante documentación de su vida cotidiana. De hecho, todos sus habitantes eran operarios cualificados, desde albañiles a escultores o pintores... y se conservan las listas de las asistencias diarias al trabajo e incluso los motivos de las ausencias (algunas tan divertidas como por tener que llevar a curar una mula o por estar bajo los efectos del alcohol). Ellos eran los encargados de una tarea de vital importancia: construir la morada eterna del faraón, su tumba en el Valle de los Reyes.
Aunque Rameses III es considerado el último gran faraón del Imperio Nuevo, durante su reinado no se libró de los problemas económicos. Tanto es así que llegó un momento en que los obreros de Deir el-Medina dejaron de percibir su salario, que era en especies. No cobrar significaba, pues, sufrir hambre y ante esta situación decidieron pasar a la acción.
Primero tomaron una decisión valiente: dejaron de trabajar, inaugurando de esta manera la primera huelga de la historia. Creían que interrumpiendo las labores de las tumbas reales lograrían alguna reacción, pero no fue así. Entonces pensaron otra medida de presión: ir todos juntos hasta el edificio del Tesoro, protagonizando la primera manifestación hasta ahora conocida. Pero tampoco debieron lograr la respuesta esperada, así que emprendieron una tercera iniciativa: hacer una sentada ante el edificio del Tesoro, ubicado en la capital, Tebas.
Al final, los trabajadores consiguieron ser escuchados y se inició una investigación que puso al descubierto una estafa a gran escala. Los pagos salían de las arcas del Estado, pero se iban diluyendo a medida que pasaban de mano en mano por la cadena de funcionarios encargada de esta tarea. Cada uno se iba agenciando un poquito, hasta que el último se embolsaba lo poco que debía quedar. La corrupción también viene de lejos…
Rameses III tiene su magnífica tumba en el Valle de los Reyes, así como sus sucesores, lo que constata el éxito de la iniciativa de los obreros de Deir el-Medina. El faraón debió hacer justicia, aunque no pudo evitar su propia ruina, muriendo asesinado por un complot surgido de su propio harén. Pero esto ya es otra historia, muy alejada de las preocupaciones vitales de los obreros de las tumbas reales, los primeros indignados en salir a la calle a reclamar justicia, aunque su gesto no volvería a repetirse hasta muchos y muchos siglos después.
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